El comienzo de tu veneno.
- Renata González

- 4 ago
- 4 Min. de lectura
Estábamos todos celebrando, bailando tan felices que no notábamos el dolor en los pies. Yo no paraba de sonreír, ya que nunca había celebrado mi cumpleaños así: tan feliz, y contigo.
La noche avanzaba increíble. Tomamos, y hasta nos trajeron unos shots con las velas que sacan chispas, justo cuando el reloj dio las doce. No podía estar más feliz de cumplir veintitrés.
Y lo celebramos con tus amigos, ya que, según tú, los míos no podían ni saludarte, porque tú eras mejor. ¿Quiénes creían que eran para siquiera saludarte?
Y yo, envuelta en tu influencia, pensé: Claro, no tiene por qué estar con mis amigos. Desde ese momento —aunque no lo noté entonces— empezaste a separarme de todo el mundo. A aislarme.
Nada podía arruinar esa noche. O eso creí.
Un grupo de chicos que estaban en nuestra mesa, según tú, me miraban demasiado. Y lo que se te ocurrió hacer fue gritarles que no te llegaban ni a los talones, porque tú estabas conmigo. No lo tomé a mal, ya que, en realidad, esos chicos me daban igual.
—Te digo de una vez: si les hablas, va a haber problemas —dijiste.
Todavía recuerdo cómo se me apretó el pecho. Nunca nadie me había dicho algo así. Ni siquiera mi primer novio, con quien estuve más de tres años.
Fruncí el ceño, confundida. Traté de tomarlo a la ligera, pensando: No está mal, me está cuidando. Él sabe que yo no les hablaría. Así que simplemente me reí nerviosamente y te dije que estaba bien.
Seguí bailando, pero con ese nudo en el estómago.
Esa sensación de que algo no está bien, pero lo ignoras. Porque seguramente estás sobrepensando las cosas. Porque ya antes había exagerado, cuando estuvo con la otra chica. Porque no eran nada, ¿no?
Así que no discutí. No puse límites. No seguí mi intuición.
Yo solo quería cariño. Solo quería amor.
Y tú me dabas migajas, y yo las tomaba, porque no sabía cuándo iba a recibir más. Pero tenías un patrón.
Cuando hacía lo que decías, me tratabas bien. Estábamos felices. Me dabas cariño, me decías palabras dulces.Pero si no, era completamente lo contrario: me ofendías, me insultabas, me hacías sentir menos. Me destruías con una sola mirada, y me ignorabas como si fuera la cosa menos interesante del mundo. Como si no existiera. Y hacías todo para que me doliera.
Y lo lograbas.
Esta fue la primera vez que vi ese lado tuyo, y me asustó tanto que bajé la cabeza y acepté todo, solo para que no volviera a pasar.
Porque siempre era mi culpa, ¿no?
No nos fuimos del antro hasta que prendieron las luces y apagaron la música. Eran las tres de la madrugada.
Y justo cuando los chicos de la mesa de al lado se dirigían a la salida, vi a uno de ellos conectar su mirada con la mía. Lo único que podía hacer era rogar en silencio que no me hablara, ya que me sentía lo suficientemente amenazada por ti.
Pero, para mi mala suerte, se acercaron… Y empecé a sentir mi corazón chocar contra mi pecho. Por alguna razón, sabía que eso iba a provocar que la bomba atómica explotara. Ese día también descubrí cómo tu personalidad cambiaba cuando tomabas.
Hace dos años no entendía por qué eras así, pero luego lo supe. Dos años después comprendí que era porque tus inseguridades eran tan fuertes, y tus heridas tan abiertas, que el resentimiento te seguía ardiendo por dentro. Y lo proyectaste todo en mí desde ese momento… y ni siquiera éramos oficialmente “novios”.
Pero yo creía que así era el amor.Qué equivocada estaba.
El chico se acercó a mí y me tensé de pies a cabeza. Claramente, todos tus amigos voltearon a verte, y yo me sentía observada, juzgada, como si todos esperaran mi reacción.
—¿Me darías tu Instagram? —dijo el chico.
Claramente no sabía lo que acababa de hacer. Yo sentía la energía densa, mi corazón latía tan fuerte y rápido que mis orejas se calentaron, y mis manos temblaban. Usé toda mi energía para que no se notara, para que nadie lo viera.
—No —respondí.
Y, de la nada, vi cómo el chico prácticamente se alejó corriendo. Sentí una presencia a mi lado. Eras tú.
La interacción no duró más de quince segundos. Claramente yo ya la había solucionado, rechazando al chico.Siempre me enseñaron a cuidarme, pero también a evitar problemas. Nunca sabes con quién estás tratando, y ese antro en Cancún tenía fama de recibir gente con mala reputación. Estaba paralizada. No dije mucho más que esa respuesta.
Y tu reacción me espantó. De la nada, comenzaste a retarme, diciéndome que qué hacía dándole mi celular. Que prácticamente yo era una tal por cual… y muchas otras cosas que no pienso escribir aquí, porque son mentira y no valen la pena.
El camino a tu casa fue un martirio. Un tramo lleno de insultos, de indirectas, diciéndome que andaba “repartiendo folletos” míos a todos los hombres. Que ya todo había terminado. Que no podía hablar, porque no querías escuchar mi voz. Que me fuera con ese chico si tanto quería.
Hasta me hiciste cambiarme de carro.Y ese día era mi cumpleaños…
Qué gran inicio. Como siempre, pasaban cosas así en mi cumpleaños. Y claramente no lo merecía. Pero en ese momento me sentía horrible. Estaba lejos de casa, no tenía cómo irme, y menos a esas horas de la madrugada. Así que me aguanté. Y, una vez más, tuve que dormir en otro lado, porque no podía estar contigo, ni tocarte, ya que el chico me había hablado… y te daba asco estar conmigo.
Y lo único que hice esa noche fue llorar.
Pero fue mi culpa, por seguir ahí. Porque no quería soltarte. No quería soltar esas migajas de amor.Este juego en el que me envolviste también se volvió adictivo para mí. Empezaste a moldearme a tu gusto…
Y yo me dejé.
Me solté. Me dejé romper por ti.Para que pegaras las piezas como tú quisieras.Para que tuvieras a esa pareja sumisa con la cual tú te sentías poderoso, seguro.
Y ahí fue el comienzo de tu veneno.
No lo vi en ese momento.No entendí que ese era el inicio de una relación que no tenía amor, sino control. De una historia donde yo no era protagonista, sino prisionera.
Y lo peor es que confundí tu veneno con amor.Porque venía en frascos pequeños:un “te amo”,una caricia, una promesa que nunca llegaba.
Y yo, rota y confundida, seguí bebiendo.





Comentarios