Te quise por mi inocencia ciega.
- Renata González

- 3 ago
- 2 Min. de lectura
Desde el momento en que supe que me gustabas, que te quería... Después de esa noche horrible, creo que no pensé bien las cosas. Me dio miedo perderte: perder tu atención, tu cariño, ese amor que tanto me hacía falta en ese momento de mi vida.
Entonces hice lo que, en ese instante, me pareció lo más lógico con el razonamiento que tenía. Claro, desde muy pequeña he sido rechazada, y no sabía que esa es mi herida de infancia más profunda... no hasta que mi psicóloga me lo dijo hace unas semanas.
Esto no es para que me tengan lástima. Esto es para sentirme orgullosa de todo lo que he pasado y, aun así, seguir aquí, dándolo todo, persiguiendo mis sueños y cumpliéndolos. Porque, cuando estaba contigo, no creía que nada de lo que estoy viviendo ahora fuera posible. Me hiciste pensar que no hacía nada bien...
Pero esa noche sentí ese rechazo de tu parte: al estar con ella, al rechazarme sin pensarlo, sin dudarlo... Y, en un chasquido de tus dedos, me cambiaste, sabiendo que teníamos esa conexión. Preferiste tu ego.
Y yo perdí mi dignidad al quedarme contigo, al aceptarte así. Pero pensé que yo sería diferente, que yo podría cambiarte... Un pensamiento nacido de una inocencia ciega.
O quizás por la necesidad de sentirme amada, de recibir cariño. Creía que ese era el amor que me merecía. Pero, en realidad, después de dos años de pensarlo y de superarte, sé que lo acepté para castigarme. Porque no creía merecer nada mejor, no creía que podía ser feliz. Así que aceptaba cualquier cosa que me dieras, incluso si era un insulto o una grosería.
Y aun así me quede contigo, y si pudiera regresar, escogeria diferente.
Luego quisimos celebrar mi cumpleaños, un día antes, para que cuando dieran las doce estuviéramos todos bailando en el antro...
Pero todo salió mal, y esa noche, sin saberlo, me rompiste en mil pedazos. Por cómo me trataste, por cómo me hablaste... Y aun así, lograste que te perdonara. Aunque no luché demasiado, porque ya estaba dentro de tu juego, y lo sabías.
Y aun así, te quise con una inocencia ciega.
Lo di todo por ti, hasta que no quedó nada de mí… y me perdí.
Renata.





Comentarios