¿Estamos realmente viviendo o solo sobreviviendo?
- Renata González

- 26 feb
- 2 Min. de lectura
Nos despertamos con el sonido de la alarma, apagamos el despertador con el mismo gesto mecánico de siempre y, sin pensar demasiado, comenzamos el día. Café, trabajo, pendientes, interacciones superficiales, distracciones digitales, cansancio acumulado. La noche llega casi sin darnos cuenta y, antes de irnos a dormir, nos decimos a nosotros mismos que mañana será diferente, que mañana sí haremos eso que llevamos postergando, que mañana encontraremos el tiempo para vivir de verdad. Pero luego, el ciclo se repite.
Y así pasan los días. Las semanas. Los años. Hasta que un día nos detenemos y nos preguntamos: ¿cómo llegué aquí? ¿Cuándo dejé de vivir y empecé simplemente a sobrevivir?
Sobrevivir es fácil. Es seguir el camino trazado, cumplir con lo que se espera de nosotros, hacer lo necesario para mantenernos a flote. Es seguir respirando, pero sin sentir el aire llenando nuestros pulmones. Es caminar sin mirar el paisaje. Es responder “bien” cuando alguien pregunta cómo estamos, aunque ni siquiera hayamos hecho una pausa para averiguar si eso es verdad.
Pero vivir… vivir es otra historia. Vivir es un acto de valentía.
Vivir es mirar el cielo y notar los matices que nunca habíamos visto. Es escuchar una canción y permitirnos sentir cada nota, cada letra, cada emoción que nos despierta. Es abrazar a alguien y realmente estar ahí, presentes en ese momento, sintiendo el calor de su piel, el ritmo de su respiración.
Vivir es más que cumplir metas, más que avanzar en la vida según los estándares impuestos. No se trata solo de conseguir un trabajo estable, una pareja, una casa, una rutina. Se trata de estar despiertos en nuestra propia existencia, de sentirnos vivos en cada instante, de construir una vida que nos haga sentir en casa dentro de nosotros mismos.
¿Cuándo fue la última vez que sentiste que realmente estabas viviendo? No solo existiendo, no solo tachando pendientes en una lista interminable, sino experimentando la vida con todos tus sentidos, con todo tu ser.
Tal vez fue en una conversación sincera, de esas que dejan huella. Tal vez fue bailando bajo la lluvia, riendo hasta que te doliera el estómago, o mirando el mar sin prisas, sin distracciones. Tal vez fue en un instante de absoluta paz, o en un momento de pura euforia.
Si no puedes recordar cuándo fue la última vez que te sentiste así, tal vez es momento de preguntarte: ¿qué te detiene? ¿Qué miedo, qué excusa, qué costumbre te mantiene atrapado en la inercia?
Porque la vida no espera. No se detiene a ver si algún día nos atrevemos a vivirla de verdad. Nos da oportunidades cada día, en los pequeños detalles, en los momentos aparentemente insignificantes. Pero somos nosotros quienes decidimos si las tomamos… o si dejamos que se nos escapen de las manos.
Hoy te invito a reflexionar: ¿estás viviendo o solo sobreviviendo? ¿Qué puedes hacer, hoy mismo, para sentirte un poco más vivo?





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